lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Cuestión de números?

La muerte de un artista célebre suele revestirse de datos que se asemejan a un informe estadístico, las necrológicas abundan en cifras: cantidad de años vividos, antigüedad de su obra más importante, número de obras producidas, variedad de estilos transitados, tiempo transcurrido desde su última aparición pública o entrevista concedida, número de semanas de un disco en la lista de los más vendidos y así en sucesión puede detectarse una multitud de etcéteras expresadas en dígitos que varían de acuerdo a las actividades en las que el fallecido de turno se ha destacado.


Las necrológicas suelen abundar en lugares comunes y hay autores que suelen disculparse en las primeras líneas por no poder evitarlos. En ocasiones las disculpas se acompañan de palabras justas, en otras, ellas mismas se convierten en una redundancia más.
Vidas fecundas y resplandecientes se extinguen en los medios sólo con un titular y una proporción de caracteres similar a los acontecimientos más banales del planeta. A veces, una buena fotografía se añade a la noticia y hace justicia a la intensidad de quien se despide, pero la fotografía, recordemos, es también la captación de una leve porción de muerte, un sofisticado y moderno culto necrofílico.


Philippe Aries en El hombre ante la muerte cuenta que, en la Edad Media europea, ante la pobre expectativa de la vida humana, prevalecía una actitud de resignación. En el presente, existen enfermedades que en aquella época quizá no se evidenciaron ya que suelen presentarse en edades que superan los promedios de vida medievales. Nuestra época, es sabido, ha hecho de la salud y la medicina una religión fundamentalista, de la exacerbación de los signos de juventud una doctrina y de la idealización del cuerpo la interfase privilegiada del reconocimiento social. En nuestros días la muerte sigue siendo un vacío al cual se lo intenta obturar, algunos para lograrlo prefieren recurrir al encanto de las respuestas místicas; en cambio, aquellos que nos consideramos con convicción huérfanos celestiales, ante una pérdida, reforzamos las interpretaciones ligadas a lo absurdo.


En alguna oportunidad, una generación celebró e instaló la juventud como valor transformador, aquella misma generación vive en la actualidad, valga la cruel paradoja, sus últimos años. 
Algunos se han despedido hace tiempo, otros continúan brillando y se animan a duplicar la apuesta.
Existen casos pertenecientes a dicha franja generacional cuyas identidades han ido mutando.
Guardo un posible falso recuerdo de una leyenda acerca de un pueblo en el cual sus habitantes cambiaban de nombre de acuerdo a las etapas de la vida. Esta leyenda podría ser aplicada a quienes han practicado esta estrategia ya que estas mutaciones también pueden ser  interpretadas como gestos artísticos, como reconfiguraciones de objetivos, como provocaciones para errores deliberados que fructifican como nuevas obras.


¿La muerte es una cuestión de números? Según un representante de la galería Michael Werner de Nueva Cork, que albergó distintas exposiciones de sus pinturas, Don Van Vliet, nacido como Don Glenn Vliet, alguna vez Captain Beefheart, falleció el 17 de diciembre último, a los 69 años de edad, 4 días antes del que hubiera sido el cumpleaños número 70 de su correligionario Frank Vincent Zappa.