miércoles, 26 de diciembre de 2012

Línea de flotación – Valeria Traversa

Si nos remitimos a su origen técnico el concepto de línea de flotación indica una intersección, una línea que separa lo que se encuentra a flote de aquello que se encuentra sumergido de un objeto.
Podemos tomar esta idea entonces como un inaugural indicio, acertado y no inocente: lo que apreciamos en cada obra de Valeria Traversa no busca acotar nuestra percepción sino develar otras instancias. Son las partes que no se dejan ver pero que el observador debe intuir las que van construyendo el clima. Son las continuidades, tanto de formas como de ideas las que comienzan a actuar en nuestro intelecto y en nuestra imaginación para conformar, en definitiva, una mayor comprensión.


El deambular de las asociaciones, más que arrojarnos a la deriva, puede depararnos escalas que conforman una trayectoria única y provisoria en tanto se construye con los estímulos que actúan en un momento preciso. Esta disposición conlleva, desde luego, algunos riesgos pero que al ser asumidos despejan el rigor de las inhibiciones. Expresar esta advertencia tiene que ver con lo que la subjetividad del observador pueda conectar con aquellas continuidades insinuadas, con aquellas otras instancias que sugieren la sensibilidad de las obras.


La exhibición confronta espacialmente dos series de trabajos realizados en acuarela en pequeño formato, una identificada con la línea y la otra con la mancha. Podría decirse que la primera se corresponde con lo racional y la segunda con el azar. En una parece haber más disciplina, la técnica escogida así siempre lo requiere, y en la complementaria prevalece la digresión. Pero, ¿esto es así en realidad? ¿Existen verdaderamente tales diferencias? La duda una vez instalada requiere una respuesta que la esclarezca y ésta tal vez pase por una diferencia de grado así como la encontramos en los estados de la materia más que por una tajante diferencia cualitativa de opuestos.
Lo cierto es que en ellas se puede encontrar un ritmo vital. Tomadas en conjunto o por unidad, las obras semejan una partitura compuesta desde lo visual, algo que se puede rastrear en anteriores trabajos de Traversa, pero que aquí agregan el condimento vibrante del uso del color y de formas y texturas que se asimilan a gestos, a signos que refuerzan o atenúan las entonaciones desatadas.


Ligada a esta relación entre lo plástico y lo rítmico Linea de flotación se presenta casi como una reminiscencia de las experimentaciones de los cineastas abstractos de la década del 20` como Oskar Fischinger o Hans Richter donde el efecto sugestivo se hacía presente al asimilar la secuencia de las configuraciones y al permitir vislumbrar ese algo más que cada fotograma proponía. 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El médano mediano medio que me dio miedo - Alberto Méndez


A modo de ensayo íntimo o crónica ficticia, cuya prueba de singularidad lo constituye el título elegido por Méndez para la muestra, este conjunto de obras se asemeja a un divertimento, tanto por su desenfado como por el formato pensado para las mismas. No obstante, esta posible analogía no debe interpretarse como una valoración que subestime el resultado obtenido sino como una de las variantes que un artista puede considerar pertinentes al momento de dar a conocer su producción.

Algo de la inaprensibilidad de los médanos, de su característico desplazamiento pausado y constante se traslada a la experiencia de quien recorre estos trabajos, ya que en esta oportunidad debe duplicar sus esfuerzos dado que además de la observación de las imágenes también debe dar lugar a una atenta lectura de los textos que se encuentran integrados a cada una de ellas.  La dinámica intermitencia a la que es sometido el observador-lector hace que el intento de captura de sentidos se convierta en una incursión por terrenos escurridizos que deviene en desafío a hábitos adquiridos.

La razón en que se funda esta experiencia se halla en que Méndez le otorga a la materia gráfica y a las palabras igual importancia y dignidad, no exigiéndoles fundirse para ser una metáfora de la otra. Es más, la operación realizada sobre el lenguaje hace que éste adquiera una atrayente impronta plástica, que podamos percibir que se lo ha trabajado hábilmente como un objeto maleable y dúctil. 

En relación, precisamente al modo que es utilizado el lenguaje notamos desde una primera instancia la presencia de un narrador, pero este narrador no es un narrador amable que se subordine a la función de guía, que nos oriente hacia una dirección segura en particular. Al contrario, esta presencia puede llegar a desconcertar o inclusive complicar de manera enriquecedora nuestro recorrido. En algunos ejemplos manifiesta un guiño cómplice, en otros incluye la alusión crítica hacia el propio campo que lo contiene y el reconocimiento hacia compañeros de ruta. El elemento unificador en todos ellos es el humor teñido de agudeza, justo y preciso.
La desarticulación y rearticulación de los elementos gráficos y lingüísticos en un juego que parece no detenerse jamás hacen de El médano mediano medio que me dio miedo un ejercicio que permite desplazarnos no sobre certezas sino sobre significados nómades.


sábado, 29 de octubre de 2011

Yo te avisé

Han quedado difuminadas en el anonimato, con seguridad debido a la erosión constante a la cual fueron sometidas sus vidas, los nombres de aquellos que a partir de una contingencia, en apariencia banal, nos dejaron creaciones cuya utilidad no sólo permanece vigente, sino que poseen una continuidad garantizada.
Una de estas creaciones tuvo su origen en la antigua Roma y se la  utilizaba en la entrada de las residencias particulares. Es de suponer que el deseo de no ser molestados y de cuidar la intimidad hogareña hayan sido algunos de los más firmes motivos para dar lugar a, quizás, la primera advertencia gráfica disuasiva: “Cave canem” rezaba la leyenda y el diseño, como es posible apreciar en la imagen, resulta claro inclusive para los iletrados del presente.

Los motivos antes mencionados también han colaborado en la nula trascendencia de su autor y hasta el momento, la población canina a lo largo y ancho del orbe, desconoce los efectos que ha causado el cartel sobre su imagen corporativa y mucho menos ha tenido posibilidades, por cuestiones que todos conocemos, de considerar su consentimiento o rechazo.

Siglos más tarde, una obra literaria nos dejó una de las más refinadas y concluyentes advertencias, originada casualmente desde el mismo territorio que dio lugar a aquel imperio. Dante Alighieri, que como sabemos, no ha sido abandonado por la historia pero es más nombrado que leído, en el Canto III del Infierno de La Divina Comedia nos previene:

Dinanzi a me non fuor cose create se non etterne, e io etterno duro.
Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate'

Antes de mí no hubo nada creado sino lo eterno, y yo duro eternamente.
Abandonad toda esperanza, vosotros los que entráis


Dudo que la belleza desesperanzada haya influido en los gerentes de los hoteles pero éstos han sido eficaces en la administración de ese otro infierno encantador que es la industria del turismo. A estos ilustres desconocidos se les debe agradecer la invención de un pequeño cartel que se coloca en las puertas de las habitaciones con el fin de no molestar el descanso de los pasajeros ni las satisfacciones derivadas de la práctica del comercio sexual.
No obstante, a partir del desarrollo de una ciencia tan importante como la medicina, la seguridad de un descanso reparador ha alcanzado su máxima y global expresión gracias al dedo índice sobre los labios de una supuesta enfermera. Su rostro debe ser uno de los más populares del planeta, su verdadero nombre en cambio, es conocido sólo por unos pocos privilegiados.

Los necios como es bien sabido, no son necesariamente gente de malas intenciones. Por lo general son gente común, incluso pueden haber alcanzado un alto nivel de instrucción o un importante peldaño en la escala social, pero poseen fatalmente una capacidad notable para trastornar en vano la existencia de todos aquellos seres que los rodean
A ellos, que suelen con más frecuencia de la necesaria pasar por alto las señales de advertencia, despertar la simpatía de nuestras mascotas, perturbar nuestros sueños o confundir el nombre de los grandes literatos con el de restoranes especializados en gastronomía mediterránea, tal vez el porteño autor de este cartel les haya dedicado tan categórico mensaje:


 ¿Qué resultados habrá obtenido su autor? Los desconozco, pero el hecho de que este ejemplo de fileteado contemporáneo descansara en la pared de una trastienda de una galería  de arte me hace imaginar que los arqueólogos del futuro tendrán mejores posibilidades de medir su efectividad.   




miércoles, 12 de octubre de 2011

Texto de Exposición Exit Salida # 5


El siguiente es el texto expositivo que escribí para la quinta edición del Proyecto Exit / Salida que se llevará a cabo en la Barraca Vorticista desde el 7 de octubre hasta el 27 de noviembre del 2011:


Aunque el pensamiento acerca de ellas oscile a diario como un péndulo independiente de las leyes de la física, las señales de Exit/Salida están allí haciéndonos compañía, en silencio pero sin dejar de lado su potencia expresiva. No importa a donde nos dirijamos, a donde nuestros pasos nos conduzcan, están aguardando su momento, latentes, acechando. Me pregunto: ¿encontrarán las adecuadas coordenadas de tiempo y espacio para hacerlas despertar en esta quinta edición?

Diego Mur nos habla de finales. Hace hincapié en su carácter ambiguo, plural ¿Por qué habría que pensar en una singularidad al llegar a un final?  ¿Acaso a un final se arriba en soledad?
Su instalación me recuerda la imagen crepuscular de Kane en los pasillos de Xanadú reflejándose ya abatido hacia el infinito, su repetición fugando inaprensible delatando de manera elíptica las limitaciones de los relatos que intentaban comprender las razones de su ocaso.
Diego parece también intuir que los confines que alcanzan las palabras se alían con nuestra complacencia ante la fuerza de algunos conceptos. Su obra, sin embargo, nos revela aquellos detalles que emergen luego de ese instante en que creemos cerrar las interrogaciones con un signo. 


Existe entre el mundo de los objetos y el mundo animado, del cual somos protagonistas por excelencia, un permanente flujo de afectos en constante interconexión. La intensidad de esta transacción es tal que puede hacer sucumbir nuestra acostumbrada concepción lineal del tiempo. En este sentido, una obra de arte es capaz de hacernos volver a experimentar un acontecimiento vivido en el pasado, no como su repetición literal, sino como actualización, como parte de una constante construcción simbólica de nuestro entorno y nuestra historia.  Por esta razón, los ensamblajes de Ezequiel Verona están construidos con objetos encontrados, o buscados pero ya existentes, relacionados con ámbitos íntimos, domésticos, próximos a los afectos más profundos con el objeto de volverlos a poner en –otra- circulación.  

Contaba Borges en El libro de los seres imaginarios que existió un tiempo en el que entre los reinos del hombre y el de los espejos no había fronteras. Ambos eran muy diferentes, no coincidían en seres, colores ni formas, pero convivían en paz hasta que una noche los seres de los espejos invadieron la Tierra. Su intento fue vencido por las fuerzas del Emperador Amarillo quien los redujo a partir de esa circunstancia a ser meros reflejos serviles. De allí en más permanecieron en letargo y amenazan con despertar.
Cada edición de Exit/Salida trata de convocar a esas fuerzas desconocidas que simulan estar ausentes. Consisten en pensar una propuesta que persigue estimular el rumor de sus armas proveniente del interior de cada una de las obras, percibir sus demandas, promoverlas, contrastarlas y así entonces establecerles un itinerario oportuno.

lunes, 13 de junio de 2011

No tan simple Doisneau

Algunas metáforas acerca de la percepción del tiempo apelan al agua como elemento que retrata de manera análoga la velocidad o la fluidez incontenible de su transcurrir. ¿Existen otras variantes para  describir la experiencia del paso temporal? Me encuentro en este momento imbuido de una de ellas y las líneas que continúan pretenden ser un desglose de este estado de cosas.

Comienzo por desmentir la hegemonía de lo efímero y la simplificación de esa sensación vertiginosa que nos hace suponer que todo se deshace, que todo se desvanece en el aire y que apenas nos damos cuenta de ello.

Lo que intento describir no es un correlato de ese fluir que no respeta límites y transgrede toda voluntad de contención, sino esa atmósfera que me abduce y me retiene al experimentar acontecimientos que abren abruptamente una grieta bajo los hábitos solidificados a fuerza de repetición y que me hacen palpar la presencia de otra cualidad del tiempo. Una percepción si se quiere táctil, una propiedad que semeja ser física más que inasible y en donde el entorno muda a espejo que multiplica y contiene la singular certeza de lo experimentado.

No se trata de melancolía, ese suave veneno que nos inserta la mirada en el espejo retrovisor mientras nos dirigimos directo hacia el guard rail que no detendrá el estallido del vehículo que somos en el mundo una vez que caiga en el fondo del precipicio. Menos aún de nostalgia, no deseo tener bajo mi pulgar la tecla trabada en el rewind de la memoria para gozar de una forma mecánica y devaluada de repasar lo sucedido y apreciar como se decoloran las impresiones.


Me pregunto al ver las fotografías de Robert Doisneau si habrá sido atravesado por el mismo sentimiento de desasosiego y perplejidad que estoy tratando de expresar ahora, si al menos antes que se evapore dentro de sí mismo al fijar el objetivo, lo privilegiaba, lo percibía maleable.  
En sus imágenes se trasluce mucho más que los días inmediatos del París de postguerra del cual son un documento antropológico invalorable. Reforzadas por la implacable textura del blanco y negro advierto en ellas una autoconciencia, la tenue claridad de un saber que recubre los objetos y los rituales que alguna vez fueron cotidianos. Así, al entrar en contacto con mi mirada algunos de sus registros parecen densificar la experiencia temporal cambiando la idea del simple devenir correntoso por otra que parece adherirse tal como la lluvia cuando permanecemos bajo su dominio y observamos con extrañeza aquello que nos rodea.  

sábado, 26 de febrero de 2011

El error como una de las bellas artes

¿Pensamos a los errores como excepciones surgidas de manera inesperada dentro de un pretendido orden racional o como la aceptación de la imposibilidad de todo intento de mantenimiento de un orden? ¿Existe la probabilidad de considerar una tercera opción a modo de síntesis de las anteriores hipótesis?


Soy de los que se inclinan a aceptar que el error es uno de los más importantes factores a tener en cuenta en la cotidianeidad. Cuando pienso en ellos se me presenta de manera inmediata la figura del surfista. Creo que a diario surfeamos efectuando movimientos que nos permitan conservar la ilusión de cierta continuidad en determinados entornos por los cuales nos desplazamos, ya sea para eludir aquello que pueda surgir de manera imprevista y amenazante como consecuencia de una falla o bien para explotar sus derivaciones, en apariencia favorables, que oportunamente estimamos puedan llegar a manifestarse.


El error es siempre una experimentación con los significados, las normas y las convenciones. Es excepción y regularidad; es accidente, azar, digresión, malentendido, desacierto e inclusive crimen.

Brazil, de Terry Gillian ejemplifica la dimensión criminal del error y sus posteriores ramificaciones. Recordemos la escena clave: un insecto cae muerto sobre un teclado, éste produce un error de tipeo y el apellido Tuttle perteneciente a un individuo considerado terrorista por parte de un estado burocrático-totalitario es reemplazado por Buttle causando la inmediata detención y muerte de otra persona y, en consecuencia, el orwelliano cambio de rumbo en la vida del intrascendente burócrata Sam Lowry.

La noción de precariedad se nos presenta siempre más próxima, seductora y atemorizante, cada vez que recordamos un acontecimiento de nuestras vidas en la que una variación calificada en retrospectiva como nimia tuvo resonancias considerables.




La silueta que delimita el espacio donde es hallada la víctima de un homicidio y la rotulación de las evidencias detectadas en el escenario del crimen conforman acciones de señalamiento acerca de una historia. La silueta es el índice de una ausencia y de un orden anterior que ha sido quebrado. Las evidencias, en cambio, parecen congelar el instante en que se cometió el hecho, el momento exacto en que se produjo una digresión y se abrió otra serie de eventos. Resulta usual que quienes ejecuten los crímenes, armen escenarios para reflejar lo que ellos creen que debería verse con la intención de sembrar una evolución errática de las pesquisas que desconcierte a los investigadores, pero estos intentos suelen traslucir incongruencias. En caso que el criminal no se incline por inducir el fracaso de una investigación, éste dejará con seguridad huellas, frutos de descuidos que responden a un patrón de conducta, las que en última instancia constituirán su propia trampa.




¿Es posible la consideración del error como hecho artístico?

A mediados de enero, durante una presentación realizada para la prensa en la Fundación Proa, una obra de Jorge Macchi (una réplica de una valla de contención realizada en vidrio soplado) fue destruida por un acto involuntario de una las invitadas. La obra se hallaba en el centro de la sala sin protección por propio pedido del artista y con el consentimiento del curador y al momento de la inauguración de la muestra acabó exponiéndose a la vista del público tal como quedó luego del accidente, rodeada por unas ya entonces resignificadas cintas adheridas al piso que demarcaban la zona y contenían los fragmentos que testimoniaban el desastre.
Lo importante fue que la discusión en torno al acontecimiento se fue enriqueciendo en los días sucesivos y los juicios y valoraciones generadas ofrecieron lecturas que interpelaron de modo atípico la consistencia de la premisa original.



Es inevitable la relación de semejanza que puede establecerse entre el fotograma del accidente producido en la ficción de Brazil y la llamativa fotografía del documento que registra uno de los primeros errores de la era informática.
El 9 de septiembre de 1947, ingenieros que trabajaban en la Mark II, una primitiva computadora electromecánica de la Universidad de Harvard, encontraron una polilla en un dispositivo de la máquina que impedía su funcionamiento normal.  Aquel insecto pasó a la historia de la informática por ser pegado al libro de registro de actividades con el comentario  First actual case of bug being found, en castellano: “Primer caso real de error/bicho encontrado”. Frase que instaló el término bug que actualmente se emplea para designar un defecto de software.


En la actualidad los errores informáticos han sido estetizados.  Glitch es una denominación técnica para designar el resultado de fallas en el software o incluso en el hardware que ha dado lugar a un tipo de operación artística llamada Glitch art. Uno de sus referentes, Iman Moradi autor de GLITCH: Designing Imperfection, divide las fallas en dos categorías.: la primera es la interferencia pura resultado de un mal funcionamiento o error no premeditado de un artefacto digital, que puede o no tener sus méritos estéticos propios. El segundo es el resultado de una decisión deliberada por parte del usuario para la generación de esta falla. Las fallas pertenecientes a esta última categoría son posibles de manipularlas con fines estéticos.


La constante expansión de las prácticas artísticas, que involucra permisos y exclusiones en cada una de sus derivaciones no hace más que recordar aquello de que en cada nuevo dispositivo tecnológico anida un nuevo accidente, un inédito error.