Podemos tomar esta idea entonces como un inaugural indicio, acertado y no inocente: lo que apreciamos en cada obra de Valeria Traversa no busca acotar nuestra percepción sino develar otras instancias. Son las partes que no se dejan ver pero que el observador debe intuir las que van construyendo el clima. Son las continuidades, tanto de formas como de ideas las que comienzan a actuar en nuestro intelecto y en nuestra imaginación para conformar, en definitiva, una mayor comprensión.
El deambular de las asociaciones, más que
arrojarnos a la deriva, puede depararnos escalas que conforman una trayectoria
única y provisoria en tanto se construye con los estímulos que actúan en un
momento preciso. Esta disposición conlleva, desde luego, algunos riesgos pero
que al ser asumidos despejan el rigor de las inhibiciones. Expresar esta
advertencia tiene que ver con lo que la subjetividad del observador pueda
conectar con aquellas continuidades insinuadas, con aquellas otras instancias
que sugieren la sensibilidad de las obras.
La exhibición
confronta espacialmente dos series de trabajos realizados en acuarela en
pequeño formato, una identificada con la línea y la otra con la mancha. Podría
decirse que la primera se corresponde con lo racional y la segunda con el azar.
En una parece haber más disciplina, la técnica escogida así siempre lo requiere,
y en la complementaria prevalece la digresión. Pero, ¿esto es así en realidad?
¿Existen verdaderamente tales diferencias? La duda una vez instalada requiere
una respuesta que la esclarezca y ésta tal vez pase por una diferencia de grado
así como la encontramos en los estados de la materia más que por una tajante diferencia
cualitativa de opuestos.
Lo cierto es que en ellas se
puede encontrar un ritmo vital. Tomadas en conjunto o por unidad, las obras
semejan una partitura compuesta desde lo visual, algo que se puede rastrear en
anteriores trabajos de Traversa, pero que aquí agregan el condimento vibrante
del uso del color y de formas y texturas que se asimilan a gestos, a signos que
refuerzan o atenúan las entonaciones desatadas.
Ligada a esta
relación entre lo plástico y lo rítmico Linea de flotación se presenta casi
como una reminiscencia de las experimentaciones de los cineastas abstractos de
la década del 20` como Oskar Fischinger o Hans Richter donde el efecto
sugestivo se hacía presente
al asimilar la secuencia de las configuraciones y al permitir vislumbrar ese algo
más que cada fotograma proponía.